El privilegio del silencio
No solo hay que saber prender la máquina de internet, también cuándo y cómo apagarla
Hace un mes necesité pensar por escrito sobre algo que me pareció muy importante, así que comencé esta newsletter. No me ocurre a menudo: la última vez que sentí un impulso tan claro escribí un post del que nació un libro. Así que perdonadme por ese primer ímpetu, obedezcamos las normas del género, y antes de comenzar a escribirnos presentémonos y hablemos de qué se puede esperar de Leer, escribir, internet: poco.
La newsletter, como el blog, debe ser meta y personal. Tiene que hablar mucho de sí misma, del emisor y del receptor. Resaltar el hecho comunicativo, el formato, la autoría y la periodicidad es más importante que el mensaje en sí, porque esta es la clave de las comunidades. La newsletter de Carmen Pacheco es fabulosa, pero mejor aún es ser parte de su comunidad Flecha.
Concedamos pues que esta es en realidad la primera carta, y la anterior, una urgencia provocada por una precipitada entrada en la era de Acuario marcada por la inteligencia artificial. ¿Por qué comienzo ahora la newsletter? La respuesta es sencilla: porque ahora puedo y antes no. Durante dos años y medio he ejercido el privilegio del silencio. Me contrataron como experta en comunicación digital y decidí que para mí misma, en ese momento, la mejor estrategia consistía en convertirme en piedra. Yo, que como dice Antonio Martínez Ron, soy una criatura de internet, desaparecí.
Publicar (o, usando otros términos, crear contenido) es lo más increíble que se puede hacer en internet. La red funciona como una gigantesca máquina de serendipias. Cada vez que das a “Enviar” la activas y tu nombre acaba en la mente de no se sabe quién, generando infinitas posibilidades que se van retroalimentando. Esa misma ley funciona a la inversa: si te escondes, desapareces de las mentes ajenas. Este vacío dura poco: tu espacio enseguida será ocupado por otras personas. Impactos múltiples, sesgo de familiaridad, efecto mariposa, aceleración, fluidez. Casi toda la magia de internet se explica en estas palabras.
La estrategia fue efectiva porque me dejaron en paz y pude realizar mi trabajo en silencio hasta que lo dejé. Ahora ya da igual. Bajo el placer de dejarse desaparecer también había rabia: una vez tuve veinte años, internet fue mío y me divertí en él, y ahora se había convertido en un bosque oscuro, un lugar lleno de enemigos donde cualquier cosa que dijera iba a ser utilizada en mi contra.
Durante todo este tiempo sin blog, Twitter, Instagram o columnas en prensa, casi nadie nadie notó mi ausencia ni me echó de menos; interesante lección. Tampoco afectó a que me llamaran o no para el siguiente trabajo, algo sobre lo que reflexionaba también hace poco Ainhoa Marzol.
No todo el mundo puede arriesgarse al silencio. Mi decisión fue privilegiada porque tenía el suficiente capital laboral para ello. Capital laboral entendido no como dinero ahorrado, sino en el sentido que le otorga Cal Newport en Hazlo tan bien que no puedan ignorarte, capacidades y experiencia acumuladas que es posible intercambiar por ciertos beneficios en un momento dado.
Puede, eso sí, que fuera un poco más infeliz, porque seguí consumiendo redes de forma muy intensa. Hay por ahí un estudio que dice que es mucho peor un uso pasivo de las redes que uno activo, creativo. Hay que dar y recibir, es la ley de internet desde sus principios, y lo contrario será castigado. ¿Debería dedicar una hora de mi día a crear para TikTok en lugar de consumir TikToks ajenos? ¿Es eso tan falaz como pensar que fuimos libres de comprar acciones de Apple en lugar de sus productos?
Cada red exige alimento cada día, porque así funcionan. Leo estos días a la genia de TikTok kindapatri decir que después de un tiempo alejada de internet, ya vuelve. Tuvo que parar como Rubius y toda la gente lista y sensible de la red que vive de publicar, porque las redes se alimentan de su salud mental. Dan igual los motivos para ejercer el silencio. No solo hay que saber prender la máquina, también cuándo y cómo apagarla. Ojalá, en esto también, los más jóvenes lo hagan mejor.
Pero no es verdad que nadie te echara de menos en redes, por aquí sí te echábamos de menos. Hace un tiempo alguien a quien sigo también desapareció de las redes una temporada y volvió diciendo lo mismo, que nadie le había echado de menos. En su caso yo no sabía a qué se debía su silencio y sí, solía entrar a su perfil a ver si actualizaba o no porque sí lo echaba de menos, pero si alguien decide desaparecer, me da apuro enviar un mensaje preguntando (por pura timidez). En tu caso, creo que todo el mundo más o menos cercano sabía qué estabas en un nuevo reto y que lo mejor era no molestar. Pero creo que no soy la única en alegrarse de que hayas vuelto y que pensamos que es un lujo poder leerte a menudo.
¡Pero bueno! Ahora va a parecer que lo he escrito para recibir vuestras cariñosas palabras <3